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domingo, 28 de agosto de 2016




La guardería



Felipe era una persona sumamente tímida y eso le había traído un sinfín de problemas en su vida. Uno de ellos el de jamás animarse a hablarle a las mujeres que le gustaban, simplemente no sabía cómo acercárseles.

Un caluroso miércoles de febrero, camino a su oficina, se cruzó con una hermosa jovencita que lo flechó inmediatamente. Sus clásicos nervios y el hecho de que iba acompañada de otra mujer, le impidieron que la más mini palabra salga de su boca. Aun así hizo lo más audaz de su vida, tomando cierta distancia y con la esperanza de que las mujeres dividan sus caminos, las siguió. Luego de unas cuatro cuadras de caminata, vio como las dos chicas ingresaban en una guardería y se figuró que allí trabajaban, después de todo vestían como maestras jardineras.

Más desilusionado que resignado volvió sobre sus pasos y se dirigió a su trabajo. Pero a la hora del almuerzo volvió a la guardería con la esperanza de encontrar a su amada. Pero no fue así, ni aquel día ni ninguno de los días sucesivos que probó lo mismo.

Un día cansado de sus nervios y miedos tomó el mayor de los corajes e ingresó al lugar decidido a hablarle, pero ni bien hizo esto una enorme mano lo detuvo.

-¿Si? –preguntó una mujer que se asemejaba a un oso apunto de atacar.

-Ah… yo… este –balbuceó Felipe.

-Seré clara porque solo lo diré una vez –explicó la mujer dándose cuenta que el hombre había entrado allí con intenciones distintas a las habituales de sus visitantes -. Aquí solo ingresan mujeres u hombres que traen a sus bebes ya sean sus hijos, nietos o sobrinos, nadie más.

-Es que… yo.

-¿Entendió? –inquirió con un tono que aterraba.

-Sí, señora –respondió con resignación.

-Eso espero, porque la política de aquí es de castigar a quienes vienen a molestar. ¡Ahora largo!

Felipe salió del lugar pero muy dentro de él se había despertado una fuerza de decisión que desconocía que tenía, por ello no se resignaría en su decisión.

Los días sucesivos trató de tomar los horarios de la enorme mujer, después de unos días de estudio sabía a qué hora no se encontraba dejando sola a su amada.

Un viernes creyendo que sabía todo lo que necesitaba, volvió a intentar su hazaña, al ingresar no vio a nadie, la guardería parecía estar vacía en el hall central. Probó suerte en otra sala, pero una situación ya conocida revivió, otra vez la mano lo tomó por la boca tapándosela con un pañuelo y haciéndolerespirar una aroma extraño que lo durmió en un instante.

Cuando despertó se sentía raro, tenía todo el cuerpo entumecido, tenía un poco de frio por eso se miró el cuerpo y vio que, salvó por un reluciente pañal y una guanteletes en las manos, estaba desnudo, abrazado a un osos de peluche y acostado sobre una cuna del tamaño de un adulto, pero sin duda era una cuna de bebe.

-¡¿Qué es todo esto?!

-Ah veo que ya despertó –exclamó la enorme mujer del recibidor.

-¡¿Qué está pasando aquí?!

-Le expliqué que aquí solo entran hombres y mujeres a traer a su bebes, como usted entró solo imaginé que usted mismo era el bebe y me encargué de vestirlo como tal.

-¡¡¡Es una locura!!!

-No, señor. Se lo advertí y no me hizo caso. Entró a la guardería sin permiso y le puse el pañal.

-De ningún modo me prestaré a esto.

Felipe intentó salir de la cuna pero su cuerpo le respondía lento, eso le dio tiempo a la cuidadora de tomar una tabla de madera y azotarlo varias veces en la cola. Cuando el pobre no pudo más del dolor volvió a sentarse en la cuna, estaba al borde del llanto, pero se resistió.

-Ahora le explicaré como funciona esto: por las próximas veinticuatros horas usted se comportara como un bebe o recibirá un castigo ejemplificador ¿Entendió?

-Sí –respondió intentando que el nudo en su garganta no sea obvio.

-Bien, ¡Devora! –llamó la oso-mujer.

En ese instante aquella encantadora jovencita que había deslumbrado a Felipe ingresó en la habitación. Éste se puso de rojo de vergüenza ¿Qué pensaría ella al verlo así? ¿Creería que estaba loco, que era un desquiciado? Todo ese miedo y vergüenza se manifestaron tan fuertes que le imposibilitaron controlar su vejiga, y en cuestión de segundos había mojado completamente todo el pañal. Las mujeres lo notaron debido a unas manchas amarillentas.

-Vaya parece que ya entendió, cámbialo ¿quieres? –exclamó la aterradora mujer.

Devora se acercó a la cuna, Felipe no podía mirarla siquiera, sabía bien que si había existido una remota posibilidad de salir con ella, en las condiciones actuales se habían esfumado. Sintió la presencia de la mujer cerca y levantó la vista, lo que encontró lo cautivo: era una mirada llena de amor y ternura similar a la de una madre.

-Ven, bebito –invitó la mujer bajando las rejas de la cuna.

Felipe la tomó de la mano y se dejó llevar hasta un cambiador en el suelo. Allí le quitaron la ropa sucia, lo higienizaron, le pusieron talco y un nuevo pañal limpio.

-¿Mejor, mi vida? –preguntó la maestra, a lo que el hombre respondió con un ligero movimiento de su cabeza -.Bien, ven conmigo.

Felipe comenzó a seguirla, pronto entendió que debía hacerlo gateando ya que la enorme mujer lo obligó a tirarse al piso. Aquella extraña situación lo superaba. Por un lado Devora lo había cautivado más que la primera vez, pero por otro lado era parte activa de toda aquella loca situación.

Ambos atravesaron una puerta y entraron a una nueva sala mucha más amplia que la anterior, había muchas otras personas: maestras jardineras por un lado y del otro lado adultos en la misma situación que Felipe, hombres y mujeres por igual, vistiendo pañales y comportándose como bebes.

Devora lo llevó hasta un corralito donde lo ayudó a entrar y donde había otras tres personas un varón y dos mujeres que enseguida se le acercaron para invitarlo a jugar aunque claro ninguno hablaba.

Felipe no sabía cómo actuar frente a tal situación, es por ello que pase a las invitaciones de los otros “bebes” se quedaba marginado de cualquier juego. Devora notó esto por ello entró al corralito, se sentó a su lado, tomó algunos juguetes y lo animó a jugar. Felipe dudó un par de veces pero pasado unos segundos ya era un bebe más divirtiéndose con su maestra preferida. En ocasiones caía en la cuenta de lo ridículo que era la situación y aún más lo ridículo que era su comportamiento, sin embargo la ternura y dulzura que Devora le transmitía hacía doblegar cualquier intentó de resistirse.

Entre juego y juego Felipe miraba a su alrededor y veía como se daban distintas situaciones, algunos bebes jugaban como él, otros dormían la siesta en enormes cunas, otros comían su papilla o bebían leche de la mamadera, y unos pocos esperaban para ser recostados en un enorme mueble cambiador, para que le coloquen un nuevo pañal. Recordó su propia experiencia de cambió de pañal y si bien parecía algo extraño, la hermosa maestra lo había convertido en un momento mágico. Sin siquiera acordarse de sus nervios o miedos, quiso revivir aquel instante. Por ello disimuladamente comenzó a hacer fuerza para mojar su pañal, pero la fuerza fue excesiva, no solo lo mojó sino que también lo embarró.

Mientras Felipe estaba rojo de la vergüenza, Devora olió al aire pasados de unos minutos. Observó al hombre con ternura maternal y luego miró dentro su pañal.

-Creo que hay un bebe sucio aquí –exclamó la mujer.

Los otros bebes del corralito reían mientras Devora se llevaba a Felipe de la mano. Para sorpresa de él no fueron al cambiador sino a una nueva habitación. Allí le quitó el pañal sucio, lo limpió con sumo cuidado con toallitas húmedas y una vez higienizado lo ayudó a ingresar a una bañera llena de agua y juguetes. Felipe no dudó un segundo se puso a jugar con ellos mientras la maestra la bañaba con amor. El mismo duró cerca de unos diez minutos, lo secó y le colocó un nuevo pañal y volvieron a la habitación grande.

En ella Devora tomó asiento sobre una manta con dibujos de Disney en el suelo, y atrajo a Felipe para que se recostara sobre su regazo. Una vez hecho esto le dio de beber una mamadera llena de leche, al tiempo que le cantaba una dulce canción de cuna. Estas dos cosas sumadas al cansancio del día hicieron que Felipe entrara en un profundo sueño.

Cuando despertó se hallaba acostado en una cuna, poco a poco su mente trajo al presente los últimos acontecimientos y se regocijó en cada nuevo recuerdo. Tocó su pañal y lo sintió húmedo y pesado. Jamás en su vida había siquiera imaginado que algo tan simple como aquello podía darle tanta felicidad.

Luego de un rato Devora apareció, siempre con su sonrisa radiante, tocó el pañal y al notarlo húmedo se predispuso a cambiarlo.

Cumplidas las veinticuatro horas la obesa mujer apareció de nuevo informándole a Felipe que ya podía retirarse su castigo había finalizado.

-Ja, castigo –exclamó para sus adentros –Si supieras cuanto lo disfrute.

El hombre tomó su ropa se vistió y lamentó que ya todo había terminado. Salió a la calle y el sol de la tarde lo encandiló por ello aguardó unos segundos, hasta que sus ojos se acostumbraran. Fue en ese tiempo que Devora salía de la guardería, había acabado su turno y volvía a su casa. Al ver al que fuera su bebe por un día sonrió con la misma ternura.

-No vuelvas a entrar sin autorización, a menos que te guste ser un bebe –bromeó tocándole la punta de la nariz.

-Y ¿si te dijera que me gusta? –lo dijo sin pensar, porque de seguro si lo hubiera hecho sus nervios se lo hubieran impedido.

-¿Te gusta?

-Sí, aunque no tanto como vos –permaneció en silencio unos segundos -.Pero jamás aceptarías tomar algo conmigo ¿verdad?

Devora lo miró, sin duda estaba sorprendida. Las últimas declaraciones habían sido muchas y muy seguidas. Pero al fin volvió a su típica sonrisa.

-¿Por qué no? –dijo al fin.

Tomó un papel y anotó allí su número de teléfono y selo entregó a Felipe.

-Llámame.

La mujer giró sobre sus talones y se marchó en compañía de la mirada expectante de Felipe.

Así los dos comenzaron una larga y duradera relación, ambos se complementaban y llevaban muy bien. Hacían, según declaraciones de sus amigos, una pareja perfecta. Pero de vez en cuando, en su intimidad, ambos necesitaban volver a aquello que los unió en un principio: Devora una dulce y maternal maestra jardinera y Felipe un tierno bebe que necesitaba que lo cuidara.


jueves, 25 de agosto de 2016


Todo por pasar de año



Sabrina tenía todo cuanto había deseado, una bella casa, juventud y hacia poco había logrado graduarse como maestra, todo era perfecto en su vida. Excepto por una pequeña cosa: quería tener un bebe, pero no tenía pareja y no estaba interesada en tener. Pero su deseo de ser madre era demasiado fuerte como para ignorarlo.

Pensó en varios métodos distintos, pero ninguno la convencía totalmente.

En ocasiones iba a las farmacias y compraba cosas para bebes por el deseo tan fuerte que tenía.

Al ver que su más grande sueño estaba lejos de cumplirse comenzó a deprimirse, iba a la escuela y daba sus clases sin ganas, incluso su humor fue variando y se transformó en alguien de carácter irritable y malhumorada.

Cerca de fin de año muchos de sus alumnos estaban a punto de repetir el año a causa de sus notas, Sabrina por consejo del Director, les tomó un nuevo examen con el fin de darles una oportunidad más.

Todos los niños aprovecharon esta nueva chance y aprobaron el examen todos excepto Mario. Quien sacó un tres, y por lo tanto su destino era repetir el año.

Cuando el timbre del fin del día sonó, Sabrina tomó su bolso y salió de la escuela directo a su casa agradecida de que ya era viernes, pero en el camino fue alcanzada por Mario.

-¿Qué deseas? –preguntó ella molesta por el encuentro.

-Una posibilidad más, para no tener que repetir el año.

-Ya te he dados muchas posibilidades y las desperdiciaste todas.

-Lo sé, pero esta vez la aprovecharé.

-No habrá más posibilidades.

-¡Por favor! –exclamó con los ojos llenos de lágrimas.

-Deja de llorar así pareces un bebe –le respondió pero en ese mismo instante se interrumpió y se quedó mirando al niño mientras una idea surgía en su mente.

-Haré lo que sea –suplicó Mario aun llorando.

-¿De verdad lo dices?

-Sí, lo que sea.

-Hay una cosa que si haces, te aprobaré sin siquiera tener que hacer otro examen.

-¡¿Q… qué debo hacer!? –quiso saber ansioso.

Sabrina se agachó un poco y le susurró al oído su plan. Mario saltó hacia atrás con la cara roja de la vergüenza.

-Jamás haré eso, ni loco –respondió.

-Te estaré esperando en mi casa, tienes tiempo hasta las seis de la tarde, pasado esa hora habrás desperdiciado tu última chance.

-¡Esta loca!

Dicho esto el niño giró sobre sus talones y se marchó avergonzado y molesto, mientras Sabrina lo observaba con una sonrisa maliciosa.

Pocos minutos antes de las seis de la tarde, sonó el timbre en la casa de Sabrina.

Cuando la mujer abrió la puerta se encontró con Mario.

-Lo haré –exclamó resignado con la cara roja por la vergüenza.

-¿Durante todo el fin de semana? -preguntó ella regodeándose en su victoria.

-Si, por todo el fin de semana… seré su bebe.

Sabrina sonrió.



*   *  *



Mario se miró al espejo y se puso rojo de la vergüenza. Vestía una remera azul con dibujos infantiles, unas medias blancas y un chupete en la boca, pero todo eso era lo de menos en su cintura y bien ajustado llevaba un enorme pañal blanco. Intentó moverse un poco pero a causa de éste, sus movimientos eran más lentos y torpes, además el pañal hacia ruido como si se tratara de una bolsa de plástico.

-Estas perfecto –exclamó Sabrina desde atrás.

-¿Qué se supone que debo hacer ahora? –preguntó molesto.

-Aprender a ser un bebe. Y los bebes no hablan- le volvió a colocar el chupete en la boca -.Ahora vamos es hora de tu cena bebe.

Demostrando gran fuerza lo tomó en brazos y lo trasportó a la cocina. Allí lo colocó en una silla alta, le puso unos correas para que no se saliera y le preparó una papilla de banana y manzana. Le colocó un babero y con una cucharita le fue dando de comer. Mario no tenía más opción que aceptar la situación con resignación.

Luego siguió una mamadera cargada de un preparado especial de leche maternizada. Su sabor era desagradable y Mario lo hizo saber corriendo su cara.

-Eres un bebe chiquito y quiero que crezcas bien, esto te ayudara –explicó Sabrina insistiendo con la mamadera.

Con un gran esfuerzo Mario se tragó todo el contenido. Hecho esto pensó que lo peor había pasado pero el fin de semana recién estaba comenzando.

Cerca de las nueve de la noche Mario se encontraba, desde hacía por lo menos una hora, sentado en un corralito donde abundaban juguetes para bebes. Sabrina se encontraba cerca leyendo un libro por lo tanto él, sabía que debía actuar como un bebe y disimular que disfrutaba de aquellos juguetes y así lo hizo.

Luego de un buen rato Sabrina lo tomó en brazos y lo llevó a lo que sería su habitación. Lo recostó sobre un cambiador y precedió a revisarlo. Y notó que el pañal estaba impecable.

-¿Bebe, te sientes bien? No has hecho popo ni pipi.

-Mira puedes obligarme a muchas cosas pero de ningún modo haré mis necesidades en un pañal –exclamó Mario.

-No te preocupes mami, tiene la solución.

Y Sabrina volvió a sonreír.



*  *  *



Mario gritaba con fuerzas e intentaba zafarse pero su profesora tenía más fuerza. Se encontraba recostado boca abajo, con la cola al aire y en su ano había una enema que estaba vertiendo todo su contenido dentro de él, podía sentir como el líquido ingresaba en sus intestinos y comenzaba a producir su efecto.

Luego de unos minutos Sabrina quitó la enema y volvió a colocarle el pañal. Pasado diez minutos, Mario sintió como le venían unas ganas enormes de hacer popo, intentó resistirse cruzando las piernas y demás cosas pero nada fue efectivo en cuestión de segundos su pañal abundaba de popo.

La maestra se percató de ello por el olor.

-¿Ves? Te hiciste popo encima como un bebe y ahora estas más aliviado –dijo ella dando golpecitos en el pañal y desparramando más el popo -.Sin embargo el pañal sigue seco así que te quedaras así hasta que lo humedezcas.

Mario ya no tenía fuerzas para nada, por ello sin ningún tipo de esfuerzo mojó su pañal, el cual se volvió más pesado y de un color amarillento.

Con gran satisfacción, Sabrina le quitó la ropa sucia, lo limpió con mucho cuidado con toallitas húmedas, le puso una pomadita en la cola y le volvió a abrochar un pañal por encima del ombligo.

Lo llevó en brazos hasta una cuna, allí lo arropó y puso a funcionar un móvil que estaba colgado del techo. Mario estaba exhausto debido al día por ello no tardó más de cinco minutos en quedarse profundamente dormido más allá de lo ridículo de la situación.

Al día siguiente Mario se despertó muy tarde, apenas se movió un poco noto el pañal pesado, no tardó mucho en descubrir que era ya que enseguida sintió olor a popo. Al parecer la enema siguió actuando aun cuando estaba dormido. Se sentía molesto y por la pesadez del pañal se dio cuenta de que llevaba así varias horas.

Sabrina ingresó a la habitación y lo saludó con una gran sonrisa. Sin mediar palabras lo levantó de la cuna y volvió a colocarlo en el cambiador, y una vez más volvió a proceder a cambiarle los pañales.

-Bastante popo –exclamó mientras lo limpiaba con toallitas húmedas –.Ya estas hecho todo un bebe.

Mario no dijo nada, no tenía opción, si quería pasar de año debía acceder a todo lo que aquella mujer quisiera, así que solo procedió a juguetear con el chupete que tenía en la boca.

-¡Mi bebito, lindo! ¡¿Quién es el bebito de mamá?! ¡¡¡Este es el bebito más lindo, el de mami!!! -decía la mujer mientras le terminaba de acomodar el pañal o le daba besitos en la panza en forma juguetona.

Mario pensó que lo que seguiría sería su desayuno hecho por una mamadera pero no fue así. Sabrina se desprendió los breteles de su corpiño y le ofreció beber de su pecho. El chico se resistió al principio sin embargo la mujer le recordó el trato y no tuvo más opción. Puso sus labios sobre el pezón y comenzó a succionar, para su sorpresa lego de unos segundos comenzaron a brotar gotitas y a los minutos ya eran grandes chorros de leches que salían de los pezones y que Mario estaba obligado a tragar.

-Hace tiempo que tomo pastillas para amamantar –explicó la maestra mientras le acariciaba la cabeza en forma tierna.

Por el hambre que tenía el niño se bebió y agotó los dos pechos. Sabrina lo tomó en brazos y colocó en un andador alto y de su talla, los pies apenas llegaban a tocar el piso.

-Juga acá mientras mami termina de hacer algunas cosas –dijo la mujer.

Con dificultades Mario se trasladó con el andador por distintas partes de la casa, hasta que su imagen se vio reflejada en un espejo: el chupete en la boca, el abultado pañal, las ropas infantiles y estar colocado dentro de un andador era la imagen de un bebe, tanta vergüenza le dio que sin querer dejó es capar pipi que venía aguantando, haciendo el pañal mucho más pesado y sin más se puso a llorar como un bebe.

Cuando Sabrina se hizo presente preocupada, lo palpó y se percató del problema.

-Ya chiquito, mami ya está acá, solo es un poco de pipi, en un rato mami te cambia.

Mario no supo porque pero aquella mujer logró calmarle la angustia. Aunque duro poco, ya que a los pocos minutos Sabrina lo llevó a otra habitación donde lo aguardaba un cochecito de bebe. El niño no quería saber nada con salir así a la calle, sin embargo la mujer tuvo más fuerza, lo colocó dentro y lo amarró con cinturones impidiéndole escapar.

El  paseo por la calle duró unos cincuenta minutos, los cincuenta minutos más vergonzosos en la vida de Mario, tanta fue la vergüenza que varias veces llenó el pañal de pis y hasta que finalmente lo embarró de popo. Tan llenó estaba que ya estaba a punto de reventar, sin embargo Sabrina lo llevó hasta una plaza lo recostó en un banco y frente a todos lo limpió y le cambio el pañal como si de un bebe se tratara.

Así el fin de semana transcurrió. Mario cumplió con su parte y Sabrina con la suya.

En la actualidad, en ocasiones, cuando el niño ve a un bebe en un cochecito por la calle se hace pis, todo porque para pasar de año debió ser un bebe.




La Babycenicienta.



Abigail y Dana eran dos hermanas que tenían todo cuanto querían. Su madre viuda, les daba todo lo que ellas quisieran y le prestaba toda la atención.

Sin embargo Nadina, la madre, conoció a un buen hombre y se casó con él, en muy poco tiempo tuvieron una bebé a la que llamaron Gala. Abigail y Dana se sentían desplazadas por el nuevo miembro de la familia.

Los años trascurrieron y Gala cumplió diez años, mientras que sus hermanas tenían diecisiete y dieciséis respectivamente. El rencor de las dos hermanastras era cada día mayor, todo el tiempo planeaban alguna forma de vengarse de la pequeña y dulce niña. Un fin de semana encontraron la gran oportunidad, sus padres saldrían de viaje y ellas quedarían a cargo.

Las malvadas adolecentes comenzaron a planear inmediatamente su venganza contra aquella a la que consideraban que le había arrebatado su lugar de privilegio.

-Hay que hacer algo, pero tiene que ser bien vergonzoso para ella –exclamó Abigail paseándose pensativa de un lado a otro dela habitación.

-Creo que ya lo sé, mamá la trata como un bebé, pues  bueno vamos a convertirla en uno –sugirió su hermana con una malvada sonrisa. Ambas rieron a carcajadas.

Durante las primeras horas las hermanastras se mostraron cariñosas y respetuosas con la pequeña Gala, haciendo que esta baje la guardia.

Ese mismo día a la tarde, mientras la pequeña dormía la siesta, sus hermanastras ingresaron a la habitación, tomaron la mano de la niña y la colocaron en un bol con agua tibia (era algo que habían visto en internet). Esperaron unos pocos minutos y finalmente sucedió lo que esperaban: la pequeña niña, sin despertarse comenzó a hacerse pipi. En cuestión de segundos su ropa interior, su pijama y las sabanas de la cama estaban completamente empapados.

La despertaron para hacerla ver lo que había sucedido, la niña que no se había percatado de que era un plan de sus hermanas comenzó a llorar pensado que se trataba de un accidente.

-¡Ho! mírenla a la pobrecita como llora –exclamó una.

-Pobre bebita – se burló la otra.

-Nosotras no vamos a lavar tus cochinadas.

-¡Fue un accidente, eso solo! –exclamó la pequeña Gala.

-No me quiero arriesgar –sentenció Abigail -.Esperamos afuera, sácate todo la ropa.

Las dos hermanas salieron, y la niña hizo lo que le ordenaron. Cuando terminó les avisó. Las dos volvieron a ingresar cargando un enorme paquete y con una malvada sonrisa en sus labios.

La hicieron recostarse sobre la cama, la higienizaron con toallitas húmedas, la rociaron con talco, y sin darle tiempo a que Gala reaccionara, le abrocharon un pañal de bebé ya que por su tamaño aun le quedaban.

-¿Qué… qué es esto? –preguntó avergonzada.

-Ya te dijimos, no vamos lavar tus cochinadas. Así que si te volves a hacer pis u otra cosa tenes el pañal.

-¡P… pero fue un accidente, no va a volver a pasar! –la niña ya lloraba por eso le pusieron un chupete en la boca.

-No queremos berrinches.

La terminaron de vestir poniéndole un vestido rosa corto muy infantil que no terminaba de cubrir el pañal  y la dejaron en la habitación sola.

-Comienza la segunda parte del plan –dijeron al unísono las malvadas hermanastras.

Cuando la pequeña Gala salió de su cuarto y se puso a ver televisión en el living (aun con pañal y chupete ya que no quería contradecir a sus hermanas), Abigail y Dana entraron a la habitación de la niña allí armaron la cuna que usaba de bebé.

Gala mientras seguía viendo las caricaturas sintió el llamado de la naturaleza y se dirigió a la baño, pero al llegar se encontró que la puerta estaba cerrada con llave, apresuradamente se dirigió al segundo pero estaba en las mismas condiciones. Desesperada intentó buscar a sus hermanas pero fue en vano, luego de da unos pocos pasos su vejiga liberó todo el pipí que tenía acumulado, volviendo amarillento su pañal de “Princesas” y más pesado.

-Miren a la bebita sigue haciéndose pipi encima –se burló una de sus hermanastras.

-Menos mal que le pusimos el pañal.

Las burlas y las humillaciones no se detuvieron allí. Sin cambiarle el pañal húmedo le dieron una mamadera llena de leche y se la hicieron tomar mientras en la televisión le hacían ver programas para bebés.

El almuerzo y la cena fue igual la sentaban en sillitas para bebés, le colocaban un babero y le hacían comer papilla. Sin saberlo dentro le colocaban diuréticos y laxantes para que la niña ensuciara el pañal

Y así la tenían largas horas con el pañal sucio, incluso lleno de popo. La pobre Gala les rogaba a sus hermanastras que acaben con todo pero estas no se apiadaban ni siquiera de las lágrimas, es más cuando la niña comenzaba a llorar, decían que así se parecía más aun bebé y le colocaban un chupete en la boca.

Pasaron dos días, tres días, cuatro días la pequeña ya casi no podía controlar su vejiga y su esfínter debido a tantos medicamentos y había llegado a un punto en que podía mojar o embarrar su pañal sin darse cuenta, y eso hizo que sus hermanastras lejos de apiadarse aumentaron con sus bulas y humillaciones.

Todos los días eran similares usaba pañal las 24 horas del día, le colocaban vestidos infantiles, la obligaban a usar chupete y a divertirse con juguetes de bebés dentro de un corralito. La comida consistía en papillas y mamaderas llenas de leche tibia. A la hora de dormir lo hacía en una cuna.  

La pobre Gala ya había llegado a un punto en que se había resignado y ya no se resistía a nada de lo que sus horribles hermanastras la obligaban a hacer y éstas estaban felices por ello porque pensaban que la pequeña había recibido el castigo que merecía.

Pero todo cambió cuando los padres regresaron de improvisto y sorprendieron a las malvadas hermanastras nalgueando a Gala que solo vestía un abultado pañal lleno de popo. Las dos intentaron justificarse pero les fue imposible.

El castigo que recibieron Abigail y Dana fue ejemplar, Gala debía seguir usando un pañal un tiempo más debido a que por los medicamentos había perdido la capacidad de controlar sus necesidades, así que en tanto tuviera que seguir con pañales sus hermanastras también lo harían, y así irían a todos los lugares, mientras que en la casa serían tratadas como bebes al igual que lo hicieron con la pequeña Gala.




No seas machista



Mario era el típico chico machista, siempre consideraba que las mujeres estaban por debajo de los varones, y se encargaba de remarcarlo con cometarios o actitudes. Sus compañeras de la facultad ya estaban hartas de las diferencias que hacía.

Colmó el vaso cuando una compañera llevó su bebé a la universidad y el desubicado exclamó:

-¡Que bebé más feo! Se nota que salió a vos.

A partir de ese momento optaron por ignorarlo y no volver a dirigirle la palabra. Pero Felicia, la madre del bebé, pensaba que merecía un escarmiento peor, un escarmiento que le enseñara a respetar a los demás y por sobre todo un escarmiento que le enseñara a respetar a las mujeres. Meditó durante muchos días cual sería un castigo ejemplar. Una noche calmando a su bebé que no paraba de llorar, tuvo una idea que creyó genial, difícil de llevar cabo pero no imposible. Poco a poco fue resolviendo todos los inconvenientes que pensaba que podría llegar a tener, y cuando hubo terminado rio a carcajadas imaginando lo que le esperaba a Mario.

Se puso de acuerdo con sus amigas de la facultad y una noche a la salida pusieron en marcha el gran plan. Tomaron por sorpresa el insoportable joven, lo durmieron con cloroformo, lo subieron a un auto y se lo llevaron.

Cuando Mario despertó se encontraba atado de pies y manos en una habitación completamente oscura.

-¡¿Qué es esto?! –gritó intentando mostrar valentía pero el temor se notaba  en el timbre de su voz.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad divisó frente a él, unas cinco figuras aunque le resultaba imposible diferenciar si se trataba de hombres o mujeres.

-Comienza el proceso de reeducación –exclamó una de las sombras.

Dieron unos pasos hacia adelante, Mario sintió un gran temor por lo cual se le hizo imposible controlar su vejiga y como resultado mojó sus pantalones dejando además un pequeño charco amarillento a su lado.

-¿Ven? Les dije que era un bebé –se burló la misma persona que a esa altura se notaba por la voz que era una mujer.

Hizo una leve seña con su mano y dos se abalanzaron contra el joven y en un abrir y cerrar de ojos, le quitaron toda la ropa y le colocaron un enorme pañal blanco. Risas al por mayor resonaron en la habitación mientras que el joven avergonzado y atemorizado empezó a llorar.

-¡Pobre bebé! –exclamó otra voz y le colocó un chupete en la boca.

Pero la humillación estaba lejos de terminar, mientras unas sombras le cambiaban el peinado a un estilo más femenino y como frutilla de postre le ponían una hebilla con forma de flor, otras le colocaban un poco de maquillaje en el rostro. Cuando finalizaron siguieron con el siguiente paso de su plan, le quitaron todo el bello del cuerpo con cera y fue entonces que procedieron a vestirlo. Le pusieron unas medias de mujer de color rosa. Luego, le acercaron la que sería su ropa, un infantil vestido del mismo color que las medias. Tenía muchos moños y voladitas en las mangas, en el cuello, y en la parte de la falda.

En cualquier otra situación Mario se hubiera resistido a algo tan humillante pero en este caso aún estaba intimidado y con miedo es por ello que no puso la menor resistencia cuando le colocaron el vestido. Las sombras se alejaron para ver su obra maestra. El chico estaba sentado en el piso con las piernas abiertas, debido a que no podía cerrarlas por el abultado pañal, éste sobresalía por debajo del vestido ya que no lo tapaba en su totalidad. La cara con un leve maquillaje, pelo peinado a manera femenina, era la viva imagen de una bebé.

Para muchos si se finalizaba allí el castigo era más que suficiente, sin embargo Felicia quería llegar hasta las últimas consecuencias fueran cual fueran. Le colocó una correa de perro y con una cadena lo llevaba de un lado a otro de la habitación como si se tratara de un perro, Mario estaba entregado no había nada a lo cual se resistiera, el miedo era mayor.

Las risas de los allí presente eran como taladros en la sien del joven, fue tanta la vergüenza que sintió que nuevamente no pudo controlarse y en esta vez lo que evacuó fue sus intestinos, llenando todo el pañal de abundante popo.

-Pero que bebé tan cochino –exclamó Felicia percatándose de lo que había sucedido y dándole palmadas en la parte trasera del pañal y aplastándole toda la caca en la cola.

La mujer lo hizo pararse y le dio una escoba.

-Se una buena niña, y barré –exigió.

Mario con todo el pañal cargado obedeció y se puso a barrer el suelo, así estuvo un buen rato mientras las sombras solo se limitaban a mirarlo, poco a poco la habitación se fue llenando del mal olor que salía del pañal.

-Muy bien ya vamos a sacarte ese pañal sucio. Di con voz de niña pequeña que te cambiemos.

-Por favor cámbienme el pañal –pidió imitando lo mejor que pudo la voz de una niña. Otra vez las risas.

Felicia lo guio con la correa. Lo recostó en un cambiador plástico. Le quitó el pañal, lo limpió, lo lavó, y volvió a ponerle otro pañal. Hecho esto lo llevó, nuevamente con la correa, hasta un sillón, ella se sentó y lo recostó sobre su regazó.

-Debes tener hambre de después de tanto trabajo, veni hermosa –mientras Felicia decía esto se desprendía el corpiño y le ofrecía el pecho.

Por primera vez Mario se negó y eso le costó caro ya que la mujer lo dio vuelta y empezó a nalguearlo con fuerza en la cola, así estuvo varios minutos, incluso las otras sombras se acercaron para darle golpes en la cola.

-Bebita mala –le decían.

Terminado el castigo Felicia volvió a ofrecerle el pecho, esta vez Mario no opuso resistencia y empezó a succionar del cual salió leche con un sabor rancio que le produjo asco, pero Felicia no dejaba que se alejara del pezón y lo obligaba a seguir bebiendo. Con el correr de los minutos el sabor comenzó a cambiar y si bien no era agradable tampoco le costaba tragarlo. Luego de unos minutos pasó al otro pecho y continuó igual.

Cuando terminó el almuerzo, la mujer lo volteó y le dio unos golpecitos en la espalda para que eructara. Por último, de la correa, lo llevó hasta una cuna enorme y allí lo hizo dormir, cosa que sucedió rápido debido al cansancio que Mario tenía.

Mientras descansaba las mujeres juntaron popo de perro y se lo colocaron dentro del pañal sin que el joven se percatara. Al despertar sintió el mal olor y la incomodidad, se puso a llorar sin poder controlarse mientras las mujeres reían a carcajadas.

-Pobrecita, se ha ensuciado de nuevo –decía una.

-Es una bebé muy sucia –exclamaba otra.

-Y muy llorona –finalizó Felicia mientras le colocaba el chupete en la boca.

Y las burlas continuaban, después de ello lo obligaron a jugar con juguetes de bebé un buen rato sin cambiarle el pañal. Cuando se sintieron satisfechas le colocaron un nuevo pañal limpio y volvieron a dormirlo con cloroformo. Lo subieron al auto y cuando ya estaba un poco más despierto, Felicia se le acercó al oído y exclamó:

-Respeta a las mujeres.

 Lo bajaron en la calle y se fueron. El pobre joven con pañal y un vestido rosa acuesta tuvo que caminar hasta llegar a su casa.

El castigo había terminado, desde aquel día Mario cambió rotundamente, siempre hablaba bien de las mujeres y de los bebes. Felicia y sus amigas quedaron muy satisfechas con la venganza y los resultados, mientras que el joven jamás se enteró de que habían sido sus compañeras de facultad las que lo habían convertido en una hermosa bebita.