Vistas de página en total

miércoles, 31 de agosto de 2016


Amigos el nuevo cuento, les recordamos que pueden visitar también nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl donde encontraran más cuentos (los cuales iremos subiendo aquí) Si les interesa también pueden adquirir el libro “El instituto AB” en formato físico de tapa blanda a un precio muy bajo, visitando este enlace: https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234

Ahora a leer, disfrutar y comentar:




Amigos el nuevo cuento, les recordamos que pueden visitar también nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl donde encontraran más cuentos (los cuales iremos subiendo aquí) Si les interesa también pueden adquirir el libro “El instituto AB” en formato físico de tapa blanda a un precio muy bajo, visitando este enlace: https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234

Ahora a leer, disfrutar y comentar:





Amigos el nuevo cuento, les recordamos que pueden visitar también nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl donde encontraran más cuentos (los cuales iremos subiendo aquí) Si les interesa también pueden adquirir el libro “El instituto AB” en formato físico de tapa blanda a un precio muy bajo, visitando este enlace: https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234
Ahora a leer, disfrutar y comentar:


Obedecerás a tus padres.



-¡¡¡Sos un tonto! ¡Un bobo!!! –gritó una joven.

-¡¡¡Y vos sos terriblemente insoportable!!! –le respondieron.

Lautaro y Cecilia son dos hermanos mellizos de dieciséis años. A diferencia de la mayoría de los mellizos ellos no tenían un fuerte vínculo que los unía, más bien todo lo contrario no hacían otra cosa que pelearse todo el tiempo. Sus padres desesperados por esta situación ya habían intentado todo y nada funcionaba para que lo hermanos se unieran más.

Sin embargo Úrsula una científica que trabaja con Pedro, el padre de los niños, le ofreció una terapia alternativa, algo que hasta el momento no había sido probado.

-¿De qué estás hablando? –exclamó el hombre confundido ante el ofrecimiento.

-Te estoy hablando de la droga T-32. Hace que el cerebro del paciente tenga una regresión al momento de ser un bebé y por lo tanto hace que la persona se comporte como uno.

-Conozco la droga, lo que no comprendo es que me va a ayudar.

-Simple, cuando ellos tenga la regresión y sean bebes podrás reeducarlos y lograr que finalmente establezcan el vínculo que tanto deseas.

-¡Estás loca! No voy a experimentar con mis hijos.

-Pensé que estabas desesperado –sonrió con cinismo.

-Pero no tanto –exclamó él.

Pedro molesto se marchó del laboratorio sin embargo no podía quitarse de la cabeza lo propuesto por su compañera. Consultó a solas con su esposa y luego de mucho debatirlo decidieron que ya no quedaba nada más para probar y que intentarían lo propuesto.

Prepararon todo y engañados llevaron a sus hijos al laboratorio. En el camino los hermanos comenzaron con sus típicas peleas lo que hizo que sus padres confirmaran que estaban haciendo lo correcto.

En el laboratorio les ofrecieron a los niños un jugo que llevaba, sin que lo supieran, un fuerte somnífero. Luego de beberlo se durmieron a los pocos minutos.

Cuando despertaron ambos estaban sujetos de pies y manos, y desnudos de la cintura para abajo, apoyados sobre un pañal abierto. Intentaron gritar pero un chupete en la boca con una correa se los impedía. Sus padres los observaban desde una habitación contigua. Una científica se acercó a los niños y le colocó una inyección con un liquida azul a Cecilia y luego le cerró el pañal, acto seguido fue el turno de Lautaro al cual le hicieron lo mismo.  

Tuvieron que esperar unos pocos minutos y en seguida los dos hermanos comenzaron a llorar, no como adolescentes sino como dos bebés, el suero había funcionado Cecilia y Lautaro habían vuelto a ser bebés.

-Ahora recuerden –explicó Úrsula a los padres -.Ellos sigue teniendo conciencia de adulto pero la droga los obligara a actuar como bebés. Pero la droga es temporal en siete días volverán a la normalidad así que no desperdicien el tiempo.

Ambos subieron a los “nuevos bebés” al auto y se los llevaron a la casa. Pasaron por un supermercado para comprar todos los elementos necesarios y al llegar notaron que sus hijos ya necesitaban un cambio de pañales: Lautaro lo había mojado mientras que Cecilia lo había embarrado. Los niños conscientes de lo que les había sucedido se sorprendieron en ningún momento se habían percatado de que habían ensuciado el pañal.

Ambos fueron recostados sobre un cambiador con dibujos de “Disney”, ambos quisieron resistirse pero sus cuerpos simplemente no obedecían sus órdenes. Los limpiaron con toallitas húmedas y luego de un poco de talco le colocaron un nuevo y reluciente pañal.

Había llegado el momento de reeducarlos, la idea era simple que todo lo que hicieran los hermanos lo hicieran juntos de manera de que desarrollaran ese vínculo que no habían logrado desde chicos. Por ello no los separarían ni un segundo.

Y así fue terminado el cambio, armaron un corralito y colocaron a los dos hermanos juntos para que jugaran: si bien al principio fueron reacios a esto, luego su parte de bebés los hizo encontrar divertido lo que allí había,  mientras Lautaro le prestaba atención a unos autitos, Cecilia se entretenía abrazando y revoleando un oso de peluche. 

El día continuó con un baño, los dos padres llenaron la tina de agua tibia y colocaron a los dos bebés allí y los bañaron a ambos a la vez.

-¿Quiénes son estos hermosos bebés? –decían los padres mientras los bañaban.

Los niños se ofuscaron por este comentario pero poco a poco su parte de bebés fue ganando de nuevo y comenzaron a divertirse golpeteando el agua o con los juguetes que sus papás habían colocado para ellos.

Los secaron con cuidado, le volvieron a colocar unos enormes pañales y luego un enterito, con imágenes de ositos para él y de pequeñas princesas para ella, y alzados en brazos por sus padres cada uno fue puesto en una enorme cuna. Les cantaron dulces canciones y pusieron en funcionamiento un andador hasta que los niños se durmieron.

La siesta se interrumpió cuarenta y cinco minutos después por fuertes llantos de los niños. Los padres ingresaron a la habitación, les revisaron los pañales: estaban limpios, por lo tanto dedujeron que tenían hambre.

Les prepararon una papilla a base de banana y calabazas, los sentaron en sillitas altas, le colocaron baberos con tiernos dibujos y les dieron de comer, luego los recostaron sobre su regazo y le dieron de beber leche de una mamadera.

Terminado el almuerzo estaban listos para un nuevo cambio de pañal ya que ambos lo habían embarrado al punto tal que estaban por estallar. Los recostaron nuevamente en el cambiador, y siempre con el mismo amor y ternura los limpiaron en profundidad, los rociaron con talco y le colocaron un nuevo pañal.

María la madre de ambos comenzó a tomar pastillas para poder volver a producir leche en sus pechos. Y gracias a ellos y la estimulación de succión de sus hijos, al segundo día pudo amamantar a ambos niños al mis tiempo. Obviamente que los niños se resistieron al principio pero finalmente cedieron y al hacerlo encontraron placentero beber la leche materna. María se recostaba sobre la cama, ponía a cada niño en uno de sus pechos y así los alimentaba, mientras les acariciaba la cabeza.

Casi todas las tardes los niños eran puestos en cochecitos y sacados a pasear por el vecindario, en ocasiones también los llevaron a las plazas y allí jugaban con la arena o junto a otros bebés. María y Pedro llevaban siempre consigo el bolso de bebés, porque siempre era necesario un cambio de pañales, ya sea para Lautaro o para Cecilia. Cuando sucedía los recostaban sobre el banco de la plaza y mientras ellos se divertían con los juguetes o chupándose el dedo gordo, los limpiaban y le colocaban nuevos pañales. El resto de la gente miraba intrigada pero a la familia no parecía importarle. Incluso María se animó en varias ocasiones a amamantar a sus hijos en plena vía pública. 

Pedro y María dedicaron los días que tenían disponible para unir a sus hijos y disfrutar a su lado. Mientras que Lautaro y Cecilia parecía que cada minuto que pasaba disfrutaban más y más ser bebés.

Los niños también lograron desarrollar ese vínculo de gemelos que tanto anhelaban sus padres.

Transcurrido el tiempo establecido los niños recobraron la plena noción y fueron quedando atrás esas agradables sensaciones que le producían todas las cosas relacionadas a los bebés. Cuando recobraron el control de su propio cuerpo ambos se dieron cuentas  de que aún llevaban pañales supe embarrados, sus padres los cambiaron por última vez y ya volvieron a su ropa de adultos.

-Esto los hicimos por ustedes –explicó Pedro –para que dejen de pelear, ahora ven hasta donde somos capaces de llegar mamá y yo. Y lo haremos de vuelta si en necesario.

Los niños prometieron comportarse adecuadamente a cambio de volver a pasar la humillación de ser por una semana unos bebés.


martes, 30 de agosto de 2016


Amigos el nuevo cuento, les recordamos que pueden visitar también nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl donde encontraran más cuentos (los cuales iremos subiendo aquí) Si les interesa también pueden adquirir el libro “El instituto AB” en formato físico de tapa blanda a un precio muy bajo, visitando este enlace: https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234

Ahora a leer, disfrutar y comentar:



El gran castigo

Si alguien me preguntara como era Silvio les tendría que responder terriblemente insoportable, era el típico chico arrogante y desesperante.

¿Cómo es que lo sé? Muy simple yo soy su hermano menor y objeto principal de sus burlas y cargadas, no me tenía piedad a la hora de avergonzarme. Todo empeoró cuando comencé a tener un problema de incontinencia durante las noches y mojaba mis sabanas. En aquellos fatídicos momentos en que debí comenzar a usar pañales él no perdía oportunidad alguna para humillarme en público. El maltrato era tal que había llegado al límite y creí que enloquecería, hasta que mi mamá tuvo una brillante idea.

-Solo espera que vuelva a decirte algo y entonces tendrá su merecido castigo –me explicó.

Y así fue ambos estuvimos a la expectativa  de un nuevo insulto, hasta que sucedió. Como siempre Silvio se rio de mí que al despertar noté que había mojado el pañal.

Silvio no paraba de burlarse y reírse, hasta que ingresó mi madre.

-¿Así qué te causa gracias ver que tu hermano mojó el pañal? Pues bien vamos a ver que dicen los demás cuando a ti te pase lo mismo.

-¿De qué estás hablando, mamá? –exclamó el joven confundido.

-De esto –la mujer le mostró un pañal -. Ésta será tu ropa por un mes.

-¡¡¡¿Queeeeé?!!!

-Lo que oíste. Éste va a ser tu castigo y empieza ahora mismo.

Silvio nervioso comenzó a reír pensando que todo se trataba de una broma, pero al ver que mi madre no hacía la más mínima mueca y de que lo que decía era verdad, se puso tan nervioso que sin darse cuenta se hizo pipi encima. En tan solo unos segundos tenía toda su ropa mojada y a su alrededor un enorme charco de color amarillento.

-¡¡¡Hay pobrecito, mi bebé. Él también se moja los pantalones, pero lo hace despierto, por lo tanto va a tener que usar pañales continuamente y no solo por las noches!!! –se burló mi mamá. 

Silvio estaba tan atónito con los últimos acontecimientos que ni siquiera se percató cuando mamá le quitó toda la ropa y le ajustó un enorme pañal blanco, luego le puso un calzón de plástico para sujetarlo mejor y a éste le colocó un candado de manera que le fuera imposible quitárselo.

-P…pero ma… -balbuceó mi hermano.

-Nade de peros, ahora cámbiate o vas a llegar tarde a la escuela.

Yo no podía parar de reír, al fin recibiría el castigo que tanto merecía.

-Chau, bebito  -bromeé con malicia.

Si mamá hubiera terminado su castigo allí mismo, yo hubiera estado más que complacido sin embargo ella tenía pensado llevarlo hasta la últimas consecuencias. 

Cuando Silvio apareció en la cocina para el desayuno no pude evitar volver a reír a carcajadas, llevaba su uniforme escolar pero aun así en su pantalón se notaba un enorme y abultado pañal.

Pesé a las críticas, mi mamá hizo caso omiso y le ordenó que se sentará y desayunara, mi hermano obedeció y lo que recibió de comida fue una enorme mamadera y plato de papilla.

-¿¡Qué esto es el colmó!? ¡No voy a tomar esto! –gritó.

-¿Cómo qué no? Si sos un bebito, y los bebés toman mamadera.

Silvio volvió a abrir la boca para protestar pero la enorme mamadera que mi mamá le metió en la boca le hizo imposible seguir hablando, luego de eso, le puso un babero y jugando “al avioncito” le hizo comer toda la papilla. Mi hermano simplemente fue cediendo dándose cuenta de que mi madre no cambiaría de opinión.

-Bien es hora de ir a la escuela –exclamó terminado el desayuno.

-¡P… pero mamá yo no puedo ir así! –gritó rojo de la vergüenza Silvio y mostrando que el pañal se le notaba.

-Nade de pero, a la escuela.

Obviamente mi hermano y no vamos a distintos cursos aun así supe que fue objeto de burlas todo el día. Al regresar por la tarde lo hicimos caminando, no obstante yo sentía un mal olor, hasta que recordé que mi mamá le había colocado al pañal de mi hermano un candado, por lo tanto debe de haber hecho pipí y popo todo en su pañal, que a estas altura debía estar súper cargado y a punto de explotar.

Al llegar a casa mis sospechas resultaron ser ciertas, ya que lo primero que hizo Silvio fue acercarse a mamá y susúrrale algo al oído.

-No te preocupes bebé, ahora mami te cambia –respondió ella con dulzura y acariciándole el cabello.

Y así fue, lo recostó en un cambiador de plástico y le quitó el pañal sucio, que como había pensado no solo rebalsaba de pipi sino que estaba además lleno de popo. Mi madre lo limpió con toallitas húmedas y le volvió a colocar un pañal y el calzón de plástico.

-Mamá ya aprendí la lección por fa… -empezó por decir él. Pero mi mamá lo calló colocándole un chupete en la boca.

-El castigo es por un mes, más te quejas, más se prolongará –le respondió con delicadeza.

Frente a tales palabras mi hermano se dio cuenta de que no tenía otra escapatoria más que aceptar y que el tiempo transcurra lo más rápido posible. Cosa que obviamente no sucedió: imagínense todos los días desayunar una mamadera y papilla (sin contar el babero que siempre le ponía). Ir a la escuela con pañal y volver con el mismo cargado al máximo de pipi y popo (y mi madre a veces a propósito lo dejaba largo rato con ese pañal y lo hacía sentarse para que el popo se desparramara más).

Y el resto del día tampoco era fácil ya no se podía bañar solo sino que lo hacía mi mamá. Si quería distraerse no podía jugar con los videojuegos sino que debía hacerlo con peluches o libros para colorear. El poco tiempo que podía pasar frente a la TV debía ver programas para bebés. La ropa que usaba era todo de su talla pero bien típicas de bebés. Y el remate de todo esto fue que por las noches dormía en una cuna especialmente armada para él y no se podía dormir sin que antes mi mamá le leyera un cuento y pusiera a andar el móvil.

 Así transcurrió un largo mes y finalmente el castigo terminó. Pero al haber pasado tanto tiempo con pañal era ahora Silvio el que debía usarlos durante todo el día ya que no podía controlar su pipí, así que aunque terminado el castigo debió continuar usando pañales.

Aun así su cambio de actitud fue notable. Todo por que recibió el peor castigo que podía imaginar, pasar un mes entero como bebé.





             Amigos el nuevo cuento, les recordamos que pueden visitar también nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl donde encontraran más cuentos (los cuales iremos subiendo aquí) Si les interesa también pueden adquirir el libro “El instituto AB” en formato físico de tapa blanda a un precio muy bajo, visitando este enlace: https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234https://www.createspace.com/6381234
Ahora a leer, disfrutar y comentar:


La fuerza de la amistad (2ª parte)



Dana, Cintia, Devora y Gina son cuatro amigas que desde su más tierna infancia compartieron todo en el pueblo que se criaron. Cuando Dana y Cintia cumplieron dieciocho años, se trasladaron a una ciudad más grande para poder estudiar en la facultad. Devora y Gina las siguieron pero dos años más tarde y se asentaron en el mismo departamento que ellas y entre todas solventaban los gastos.

La relación era perfecta hasta que trascurridos seis meses de convivencia. Gina se peleó con su novio, mientras que a Devora no le iba tan bien en sus estudios como esperaba. Todo esto provocó que ambas cayeran en una fuerte depresión de la cual no podían salir, y no hacían otra cosa que pasársela llorando tiradas en la casa. Sus amigas, preocupadas, intentaron de todo para ayudarlas pero nada parecía funcionar.

Finalmente consultaron con una psicóloga y la cual le explicó que las dos jóvenes solo estaban atravesando una etapa de estrés debido a los fuertes cambios de los últimos tiempos. La solución era simple: por unos días alejarse de todo aquello que le causara estrés, básicamente despejarse de las obligaciones típicas de los adultos.

Dana y Cintia pusieron en práctica con sus amigas lo que la psicóloga les había aconsejado, pero la situación no mejoró. Estaban al borde de la desesperación cuando Dana tuvo una idea.

-Quizás podamos hacer algo más, se me está ocurriendo algo –comentó.

-¿Qué?

-¿Qué es lo opuesto a un adulto?

-Un bebé –respondió su amiga encogiéndose de hombre sin entender la pregunta.

-Exacto, vamos a hacer que Devora y Gina vuelvan sentirse bien, pero voy a necesitar tu ayuda ¿Estás conmigo?

-Seguro –concluyó aun confundida.

Las dos fueron a comprar las cosas que necesitaban para poner en marcha su plan, y una vez de vuelta buscaron a sus amigas. Las encontraron tiradas en la cama con su depresión a cuesta.

-Vengan con nosotras –pidió Dana.

-¿A dónde? –inquirió una.

-Las vamos a ayudar a estar mejor.

Con poca seguridad Devora y Gina las siguieron hasta el baño. Allí sus amigas les quitaron la ropa.

-¿Qu… qué están haciendo? –se resistieron ambas.

-¿Quieren estar mejor? –ambas asintieron con la cabeza -.Entonces confíen en nosotras, dicho esto le colocaron un chupete en la boca a cada uno.

Las dos jóvenes terminaron de quitarse la ropa aun con dudas y luego se metieron en la tina con agua como sus amigas les habían indicado. Una vez dentro fueron bañadas con mucho amor y ternura por Cintia y Dana. Una vez aseadas no volvieron a ser vestidas con sus ropas, sino que le colocaron un pañal a cada una y un babydoll del tamaño de ambas. Desde luego que estas se volvieron a resistir pero una vez más fueron convencidas de que lo hacían para ayudarlas.

Las nuevas bebés siguieron gateando a sus amigas. En el living de la casa fueron entretenidas con juguetes y artefactos para infantes: como sonajeros, osos de peluche y muñecas. Si bien al principio ambas se sentían incomodas, poco a poco se fueron soltando y disfrutando de la situación que les proponían.

-Tengo que hacer pipí –dijo luego de un buen rato una.

-Y yo popo –agregó la otra.

-Para eso tienen los pañales, bebitas –explicó Dana.

-Pe… pero… -comenzó por decir Devora pero fue interrumpida.

-No te preocupes –la abrazó Cintia -.Nosotras las cambiamos. Ustedes hagan lo que tengan que hacer.

Ambas se miraron entre sí, y si bien aún dudaban comenzaban a sentirse bien con lo que sucedía. Por eso mientras una empapó todo el pañal, la otra lo llenó de popo. Inmediatamente fueron recostadas por sus amigas en cambiadores y procedieron a sacarle y poner un nuevo pañal previamente las limpiaron con toallitas húmedas para bebés y las rociaron con talco.

Devora y Gina se miraron mientras le ajustaban un nuevo pañal, ambas sonrieron llenas de emoción y se pusieron a chupar el dedo gordo y con nuevas energías estaban listas para seguir adelante con todo lo que sus amigas propusieran.

Lo que continuó fue vestirlas apropiadamente para salir a dar un paseo en cochecito. Les colocaron unos bellos e infantiles vestidos, a Gina le ataron dos colitas en el cabello mientras que a Devora le ataron un enorme moño rosa, y salieron a la calle. Todos miraban como aquellas adolecentes paseaban en cochecitos como si fueran verdaderos bebés, pero a éstas no les importaba cada segundo que pasaban olvidaban más y más sus problemas.

Luego fueron a comer a una casa de comidas rápidas, allí solicitaron sillas altas paras las bebés. Los empleados, confundidos, trajeron las más grandes que hallaron y sorprendentemente ambas cabían. Le colocaron baberos y la gaseosa en mamaderas y para finalizar les dieron de comer en la boca. Devora y Gina se comportaban como si fueran verdaderos bebés: por momentos se hacían las caprichosas, por momentos jugaban con la comida, etc.

Después de un rato Dana sintió mal olor.

-¿Te hiciste popo? –le preguntó a Gina y dándole palmaditas en la cola por encima del pañal y sintiéndolo pesado, esta asintió con la cabeza.

-Vamos a cambiarte, amor –la tomó de la mano y se la llevó al baño mientras Devora reía a carcajadas.

De regreso en la casa los dos bebés estaban exhaustos, por eso hubo un último cambio de pañales, le pusieron camisones y se fueron a dormir a dos cunas que sus amigas habían conseguido.

Al día siguiente las situaciones se volvían a repetir, desayunos en mamaderas y con baberos, juegos infantiles, les contaron cuentos para dormir la siesta, e incluso se animaron a fingir beber leche de los pechos de sus amigas.

Si bien las bebés controlaban sus esfínter y vejiga, disfrutaban empapar y embarrar sus pañales y sus amigas parecían disfrutar de cambiarlas.

De hecho ambas disfrutaban hacer popo y continuar con sus juegos y que sus “mamis” tardaran un buen rato hasta limpiarlas, sentir como el popo se aplastaba entre la cola y el pañal.

Devora y Gina perdieron la noción del tiempo en que estuvieron convertidas en bebés, quizás fueron apenas unos pocos días, quizás fue más de una semana. No importaba ambas olvidaron sus problemas y estaban listas para enfrentar las situaciones complicadas con energías renovadas, todo gracias a que por un tiempo sus amigas las transformaron en tiernas bebitas.



domingo, 28 de agosto de 2016

Mini historia





La fuerza de la amistad



Una vez escuché que la amistad entre el hombre y la mujer no existe. Yo puedo dar fe de que esto no es así, o por lo menos no en mi experiencia personal ¿Quieren saber porque estoy tan seguro? Por algo que me sucedió hace dos años atrás con mi amiga de toda la vida, Gisel.

Ella y yo somos amigos desde que tengo memoria, y ambos estuvimos en los momentos más significativos de la vida del otro. Por ejemplo fui testigo de su boda con Fernando un buen y trabajador hombre. También fui el segundo en enterarme que, después de un año, estaban esperando a su primer hijo. Y es precisamente en este punto dónde voy a comenzar mi relato. De aquella experiencia que vivimos y que hizo nuestra amistad más fuerte que nunca.

Al quedar embarazada Gisel tan solo tenía veintiséis años. Como toda madre primeriza estaba siempre muy nerviosa y miedosa de que algo le ocurra a su hijo. Tanto Fernando como yo la apoyábamos y alentábamos para que perdiera esos temores, pero lejos de ser así, aumentaron. Los primero tres meses temía perder al bebe o que este padezca alguna enfermedad. En el cuarto mes su preocupación se centró en que creía no estar lista para atender y cuidar bien del niño.

Pasábamos largas horas charlando de aquel tema, yo le decía que sus miedos eran normales pero que debía superarlos, pero evidentemente estos eran más fuertes y cada día que pasaba sus miedos crecían.

Una de esas tardes le dije:

-Sabes bien que en mí siempre vas a encontrar un amigo dispuesto a ayudarte en lo que sea, lo que sea –recalqué con énfasis.

Jamás pensé en lo que esa promesa podía deparar. Un viernes a la tarde, saliendo del trabajo, recibí un llamado de ella pidiéndome por favor que la visitara en su casa, que necesitaba de mi ayuda. Tomé un taxi y en cuestión de minutos estuve allí. Tomamos y café y entre otras cosas me mostró la que sería la habitación del bebe ya decorada y amueblada. Luego me explicó que Fernando por temas de trabajo estaría de viaje todo el fin de semana y que al encontrarse sola, sus miedos y preocupaciones aumentaban.

-Pero creo que encontré la forma de manejarlos –me explicó.

-Excelente y ¿cómo?

-Bueno mi mayor temor es no poder atender a mi bebé como corresponde. Pues bien creo que si desde ahora atiendo a uno tendré, mayor experiencia y eso me dará tranquilidad también.

-Me parece un muy buen plan. Lo que no logró entender es de dónde vas a sacar ese bebe.

-Bueno…  allí es donde entras vos y tú ayuda.

-No te logro entender.

-Mira esto que te voy a pedir sé que es difícil, de seguro lo más difícil que te pedí en mi vida, pero de verdad necesito que lo hagas.

-Está bien, pero si no me decís que es no puedo prometerte nada.

-Ok –tomó aire como si eso le diera el coraje necesario para pronunciar tan difíciles palabras -.Lo que necesito es… que este fin de semana te quedes conmigo hasta que vuelva Fernando y que en ese tiempo…actúes como si fueras un bebé.

Al principio no supe que decir, de lo único que estaba seguro era de que mi cara estaba roja como un tomate de la vergüenza. Después solté una nerviosa carcajada.

-¿Por qué te reis? –me preguntó incrédula.

-Porque es un chiste ¿verdad?

-No, de verdad te lo estoy pidiendo, es muy importante para mí.

-Entonces enloqueciste.

-No –me tomó del brazo al notar que mi intención era marcharme del lugar -.Dijiste que me ayudarías en todo lo que fuera necesario.

-Sí, pero no en esta… locura.

-No es una locura, si yo gano experiencia en cómo tratar a un bebé, me voy a sentir más segura.

-Pero no soy un bebé, soy un adulto.

-Lo sé, pero te pido que actúes como uno, por eso te dije que este era el favor más grande que te podía llegar a pedir.

-Supongamos que digo que si –exclamé luego de unos segundos en silencio -¿Qué es exactamente lo que debo hacer?

-Comportarte las cuarenta y ocho horas como un bebé y deja que yo te atienda.

-Y ¿eso implica todo? Es decir cambio de pañales ¿por ejemplo?

-Por supuesto, eso es esencial.

-Por eso te digo que es una locura, ¿entendes que yo estaría desnudo y que…

-Pero te estas equivocando, yo no te vería como un hombre sino como a un bebé, por lo tanto si va a haber un sentimiento es de ternura y no algo sexual.

-No sé, sé que te lo prometí pero esto…

-¡Por favor te lo pido! Por todos los años de amistad que tenemos, por favor –me tomó de las dos manos y me miró derecho a los ojos.

En ese momento no sé por qué, pero flaqueé, quizás fue por la belleza de su rostro, quizás por la ternura de su mirada o quizás porque internamente si estaba dispuesto a hacer lo que sea necesario por mi gran amiga.

-Si esto va quedar entre nosotros –dije -.Ahhhh… está bien, lo haré.

-¡¡¡Muchas gracias!!! -se me abalanzó y me abrazó y besó en la mejilla.

-Sí, sí, muchos besos pero todavía no me lo prometiste.

-Te lo prometo-hizo una cruz con sus dedos a la altura de la boca -.Nadie jamás va a saber nada de esto.

-Sé que me voy arrepentir, pero bueno empecemos, que tengo que hacer.

Ella sonrió pícaramente y me dijo como comenzar.

Lo primero y más difícil fue quedarme sin ropa frente a ella. Me coloqué una toalla para taparme.

-Bueno, ahora acóstate acá –me pidió con una sonrisa dulce e indicándome un cambiador de plástico sobre la cama.

Lo hice, me quitó la toalla (mientras yo miraba hacia otro lado avergonzado) me roció la cola con talco. Luego me levantó las piernas y acomodó un pañal por debajo. Llevó la parte delantera por encima de mi ombligo y le cerró con fuerza.

-Listo, ¿viste? No era tan complicado ¿Cómo te sentís?

-Extremadamente ridículo.

-Para mí estas tierno, de a poco te vas pareciendo a un bebé.

-¿De a poco?

-Todavía falta –me explicó y me tocó la punta de la nariz de forma juguetona -.Veni conmigo.

Empezó a caminar y la seguí, pero se detuvo, giró sobre sus talones y me miró.

-Así no camines, como bebe.

-¿Y cómo se supone que se hace?

-Gateando, ¿cómo va a ser?

-No estás hablando en serio, ¿verdad?

-¡Dale! Me dijiste que me ibas a ayudar.

-¡Ahh! No puedo creer esto –exclamé agarrándome la cabeza y aceptando seguirla como me pedía.

-Ahora sí, vamos bebito.

Continuamos hasta el cuarto que ella y Fernando, habían decorado para el niño y supuse que sería el mío por el fin de semana.

-¿Te gusta? – me preguntó.

-Sí, está bien.

Me miró con cierta mueca de molestia, no entendí porque hasta que se puso de cuclillas para quedar a mi altura y me miró directo a los ojos.

-Me parece que no estamos entendiendo.

-¡¿Qué?!

-Que los bebes no hablan.

-Algunos si lo…

Me cayó en un segundo poniéndome un chupete en la boca. Por auto reflejo casi lo escupo, pero enseguida recordé mi promesa y opté por seguirle el juego.

-Mejor, mucho mejor –volvió a sonreír con la dulzura de siempre -¿Vas captando lo que necesito? –me preguntó con seriedad, asentí con la cabeza.

Ahí me di cuenta, era difícil para los dos, pero ella estaba poniendo lo mejor de sí y quizás era momento de que también yo lo hiciera. Sería complicado pero decidí que haría mi mayor esfuerzo.

Entré a mi nueva habitación y comencé a jugar con cuanto juguete encontré. De reojo y con disimulo miré a Gisel que me observaba apoyada en la entrada con una amplia sonrisa, lo que me comprobó que mi nueva actitud la complacía y era lo que anhelaba.

Esta primera parte fue sencilla, lo complicado fue cuando, después de una hora, la llamada de la naturaleza se hizo presente. Intenté comunicarle a mi amiga la necesidad del ir al baño sin hablar.

-¿Qué pasa, bebito lindo? –me preguntó sentada en un sillón y yo a sus pies ¿Ah tienes ganas de hacer pipí? O ¿popo? Quizás las dos –entendió y esbozó una gran sonrisa –.No te preocupes bebito, para eso tienes el pañal, hace tranquilo que mami después te cambia –me acarició la cabeza.

No podía creerlo que oía, no quería volver a pasar por la situación de estar desnudo frente a ella, estaba dispuesto a protestar. Pero la vergüenza del momento sumado a la posición incómoda en la que estaba resulto un coctel fatal, ya que casi sin darme cuenta perdí control sobre mi esfínter y embarré todo mi pañal, estaba exhausto por lo sucedido y por ello también liberé todo lo acumulado en mi vejiga.

Gisel olió el mal olor en la habitación, dejó el libro que leía a un lado y miró dentro de mi pañal, y luego lo tocó en la entre pierna sintiéndolo húmedo.

-Te hiciste todo, bebito –exclamó feliz –No te preocupes mami te va a cambiar.

Estaba tan avergonzado y sucio que no puse las más mínima oposición. Gateando la seguí hasta un cambiador de plástico que colocó en el piso, me recosté boca arriba, esperé a ella haga todo el cambio. Puso mucha paciencia, ternura y dulzura a la hora de asearme con toallitas húmedas y demás. Luego ajustó un nuevo pañal previo rociada de talco.

Extrañamente pensé que al quedar desnudo frente a ella nuevamente moriría de la vergüenza, pero no fue así. Su ternura de madre hizo que me tranquilizara y hasta que disfrutara de los cuidados y mimos. Eso me dio una nueva confianza para continuar adelante con mi papel de bebé.

El día culminó con un baño en una tina de agua caliente repleta de juguetes, y una cena que consistió en papilla y una mamadera llena de leche tibia. Por último me arropó en una gran cuna y me beso en la frente. En plena madrugada sentí unas fuertes ganas de hacer pipí, recordé los enormes pañales que me vestían y sin ningún problema liberé mi vejiga, en esta ocasión disfruté sentir como el pañal se volvía pesado al tiempo que humedecía un poco mi colita, cuando todo había sido absorbido me acomodé y continúe durmiendo.

Cuando el sol se asomó Gisel ingresó a la habitación con una nueva mamadera me la entregó y muy a gusto comencé a beberla al tiempo que ella examinaba y descubría el pañal húmedo. Siempre con una sonrisa me limpió y cambió mientras yo continuaba con mi desayuno.

La jornada continuó con juguetes, cuentos y mimos de mi nueva “mami”.

Cuando la hora señalada para terminar con mi papel de bebe se acercaba. Gisel se recostó sobre la cama y yo me coloqué en su falda. En ese momento se quitó la blusa y se desprendió el corpiño, y me acercó a su pecho para amamantarme, si bien en un principio dude, al fin accedí. Y como estaba embarazada ya producía leche por ello, con cada succión entraba a mi estómago su leche. En un primer momento me pareció desagradable pero con sus caricias de por medio me fue agradando. Al terminar la leche de un pecho me posicionó de otra forma y continúe mi banquete en el otro.

Luego de un buen rato quedé exhausto y con la panza llena, lo que me provocó un sueño inmediato. Al despertar me encontré nuevamente con mi pañal húmedo y pesado, permanecí allí esperando el ansiado cambio, pero nunca sucedió. Gisel me explicó que ya se habían cumplidos las horas acordadas y que Fernando volvería pronto. Con cierta melancolía me asee en el baño, volví a mi ropa de adulto (lo que me provocaba un gran vacío) y me preparé para marcharme.

-Nunca me va a alcanzar la vida para agradecerte todo lo que hiciste por mí –exclamó mi amiga abrazándome.

-No necesitas hacer nada –respondí -.Espero que te haya servido.

-No te das una idea cuánto.

Terminada la charla me marché. Poco tiempo después Gisel y Fernando tuvieron un bebe hermoso, por supuesto que ella resultó ser una madre excelente: tierna, dulce, cariñosa. Tal como había sido conmigo cuando por dos días fui su bebé.